palabras privadas

QUERIDA PANDORA


Cuenta Hesíodo en los Trabajos y Días que Zeus, después de que el buen Prometeo le robara el fuego para dárnoslo a los hombres, juró iracundo que una gran maldición caería sobre nosotros y nuestro protector.
Mandó llamar a Hefestos, el artesano de los cielos, y le ordenó que con arcilla modelara a una exquisita criatura. Así que mezcló la tierra con el agua, y aunque le infundió voz y vida humana, le regaló la belleza sorprendente de una auténtica diosa. Además, Afrodita le otorgó sensualidad y gracia, Atenea la engalanó, las Gracias y la Persuasión la enjoyaron, y las Horas la coronaron con las flores de primavera. Hermes la instruyó en todo tipo de engaños y seducciones.
Había nacido Pandora, “la que tiene todos los dones”.
Zeus decidió llevársela a Epimeteo, hermano de Prometeo. Ya le había dicho Prometeo a su hermano que nunca aceptara un regalo de Zeus, y que si le llegaba alguno lo enviara de inmediato de vuelta al Olimpo, por el bien de la raza humana. Pero ¿quién hubiera podido resistirse ante semejante criatura?
Epimeteo recibió a Pandora como quien recibe un soplo de aire fresco y ésa fue su perdición. Pandora llegaba desde las cumbres nevadas con una tinaja –que nosotros llamamos caja desde el Renacimiento- en la que se apretaban, una contra otra, todas las desgracias del mundo, junto con la esperanza. Otra versión, menos extendida, pero quizás más lógica, dice que lo que había en la tinaja eran los bienes de la humanidad, que hasta entonces no conocía mal alguno, y que al ser liberados, se perdieron para siempre. El caso es que Pandora levantó la tapa y dejó escapar todo menos la Esperanza, que se quedó en el fondo cuando la muchacha, horrorizada al comprender la magnitud de su desgracia, la volvió a cerrar de nuevo.
Desde ese infausto día vagan por la tierra innumerables amarguras.
El mito de Pandora tiene precedencias orientales, nos recuerda el pecado de Eva del Génesis, o la historia de Anubis y Bata. Pero ¿puede una mujer llevar sobre sus frágiles hombros la carga de la culpa de todos los males que asolan al hombre? ¡Pobre Pandora!
Marta Uma Blanco
Pintura: W.Waterhouse, Pandora

PANDORA




Yo no entendía,
por qué
no debía abrir
el cofre.
Pensé
-incauta, ignorante-
que quizás en él
hallaría un sinfín
de hermosas joyas
de todos los colores.
Y lo tocaba
aún sin atreverme…
lo medía con las puntas de mis dedos
sopesando su grosor,
su hermosa talla
creada, como yo,
en las altas cumbres del Olimpo.
¿Cómo iba a saber
que en algo tan pequeño
cabrían los dones más hermosos
que esperaban a La Tierra?
¿Cómo iba a saber
que yo,
mujer mortal,
era la Elegida
para custodiarlos?
Yo creí que sólo había joyas…
dulces cuentas …
Y abrí la caja
y de ahí surgieron
-como por ensalmo-
aquellos dones,
los más hermosos,
escapándose por siempre
del control de los humanos.
Excepto algo verde,
tibio y sedoso,
que se quedó como prendido
al fondo de la caja.
Ahora es lo único que queda,
La Esperanza, a veces vaga,
de volver a ser todo lo que fuimos,
inocencia sorda,
ilusión sin mancha.
Marta Uma Blanco
Pintura: J.J. Lefevbre, Pandora