
Porque eras dulce,
como la savia en el otoño,
te seguí.
Porque al hacerlo
mi pequeña vida
de Dios predestinado
a recorrer el cielo
quebró el aburrimiento
de tener un rumbo fijo.
Porque de tus mejillas,
-oscuras como granas
cuando me miraste-,
recogí el valor
para enfrentarme
a lo que siento.
Porque eres niña
y me recuerdas
que yo una vez
también temí,
-los labios temblorosos,
el corazón hambriento-,
la suavidad del primer beso.
Porque tus cabellos me devuelven
la luz
multiplicada.
Porque a pesar de iluminar el mundo
mi corazón se torna oscuro
si te escondes.
Por todo eso
y mucho más,
yo
te deseo.
como la savia en el otoño,
te seguí.
Porque al hacerlo
mi pequeña vida
de Dios predestinado
a recorrer el cielo
quebró el aburrimiento
de tener un rumbo fijo.
Porque de tus mejillas,
-oscuras como granas
cuando me miraste-,
recogí el valor
para enfrentarme
a lo que siento.
Porque eres niña
y me recuerdas
que yo una vez
también temí,
-los labios temblorosos,
el corazón hambriento-,
la suavidad del primer beso.
Porque tus cabellos me devuelven
la luz
multiplicada.
Porque a pesar de iluminar el mundo
mi corazón se torna oscuro
si te escondes.
Por todo eso
y mucho más,
yo
te deseo.
Marta Uma Blanco
Pintura de J. William Waterhouse