palabras privadas

PACHAMAMA


En el suelo hay una madrecita que ya nadie se atreve a mirar
Manu Chao

Recuerdo cuando te quería,
yo, tu hija pródiga,
la de la primera ofrenda,
la de la oración temprana,
la que más danzaba
para darte, Madre,
gracias por aquello
que hoy casi he olvidado.

Te quería porque de tu soplo
nació el aliento que me alza,
porque de tu vientre
surgí como semilla terca,
hecha de lodo,
con olor a tierra.

Y me recogía
y adoraba cada uno de tus templos:
el valle, la laguna, la montaña…

Madre, te quería, te quería,
y buscaba tu sonrisa
en los atardeceres cálidos de otoño,
en el temblor de un trino,
en los ojos límpidos del lobo.

Trepaba hasta las cimas
para hablarte,
y gritar mi amor a las estrellas,
un amor inquebrantable
que de la nada y hacia el todo
se deshizo.

Y ahora estoy aquí,
entre el asfalto confundida
mi piel tenue.

Suelo abrir mi pecho,
te lo juro Madre,
pero ya no oigo tu risa.

Mordí el anzuelo frío
y ahora vago con la boca herida
y la garganta helada.

Madre,
ya no escucho tu latido.

Pintura de Jenness Cortez Perlmutter