palabras privadas

DULCE SOLSTICIO


Beberé
de la magia de los fuegos
reflejados en tus ojos.

¿Recuerdas?
Solíamos danzar
descalzas,
sudorosas,
conjurando la luz
de un crepúsculo
tardón y perezoso.

Tu pelo se enredaba
con las hojas
que con paciencia de junio
urdió la Madre en tus cabellos.

Y al llegar la noche,
aroma a sal y leña,
reposabas tu cabeza
en mi hombro
y juntas escuchábamos
historias de los labios de La Vieja.